miércoles, 24 de octubre de 2012

Ayer martes



Largamos bien temprano con la aplicación de las inyecciones a una vaca que estamos preparando para hacer un lavaje uterino y recolectar embriones. Estaba fresco y con lloviznas intermitentes. El camino con algunos huellones pero firme, así que llegar no fue gran problema. De ahí nos fuimos hasta el campo de Carlos, para arreglar varios animales con desperfectos. Atendimos primero una vaca Angus con un trauma lumbo-sacro, que le provocaron los toros en sus afanes amorosos. Después un toro con una lesión grave en una pezuña, que lo hacía caminar con una mano en el aire, y para terminar, nos presentaron otro toro con un tremendo golpe en su pata trasera derecha. Seguramente estuvo peleando con otro por alguna vaquita en celo.
Dejamos ese campo y en el viaje hacia lo de Luis, nos tomamos unos buenos mates con el infaltable equipo que siempre habita en la camioneta, mientras escuchábamos Radio 10. Ahí tuvimos que curar un toro que, en su empeño por llegar hasta una señorita ardiente, saltó un alambrado y quedó enganchado con las dos patas durante los días del fin de semana. Cuando lo encontraron, cortaron los alambres, pero ya no podía caminar. Ahora está parado e intenta golpear a todo el que se acerca. Incluso a nosotros. Fue una hazaña con lazo y sogas, agarrarlo para poder hacer el tratamiento.
Al llegar de vuelta a San Manuel nos esperaban con un perro Border Collie con las glándulas perianales obstruídas. Feo problema. Hay que evacuarlas manualmente y el olor es fatal. Cuando terminamos, el animal se retiró tranquilamente con algún ardor en las partes y nos saludo con un revoleo de cola. Espero que ande bien.
A la tarde nos tocó atender un perro con el ojo en compota. Un gato resabiado le clavó una uña en la conjuntiva así que nos esmeramos en la reparación. Después operamos otras dos perras haciendo unas elegantes ovariectomías, lavamos todo el quirófano con cuidado hasta que quedó bien coqueto, renovamos el mate y volvimos a salir al campo para tratar la vaca que ya les conté al principio.
Cuando volvimos ya estaba anocheciendo. El sol se escondió entre los colores rosados y naranjas que ven en la foto de arriba. Lindo día

sábado, 20 de octubre de 2012

Natalio Reguilon


Natalio Reguilon trabajó muchos años en el campo de los Almada. Tenía un viejo Falcon verde y redondeaba el sueldo recolectando y vendiendo productos de la naturaleza. Se pasaba el año en tareas de época. Cuando empezaba la primavera se lo veía entrar en cueros, de la cintura para abajo, en cuanta laguna y arroyo grande hay en la zona. Se llegaba hasta los nidos de patos, gallaretas, teros reales, chajáes, cisnes y otros pájaros acuáticos, y recolectaba con cuidado los productos avícolas. Y cada tanto aparecía por San Manuel con cajas chicas de cartón llenas de huevos blancos, celestes, pintados, marrones y de los tamaños más increíbles. Desde los chiquitos de los teros, hasta los del tamaño de una mandarina de los chajáes.
-¡Ya están probados!- Decía, cuando uno le preguntaba si no estarían con pollitos adentro. La verdad es que casi nunca nos encontrábamos con un pichón al hacer una tortilla. Natalio era un campeón en la provisión de huevos exóticos.
En los meses fríos se dedicaba a las vizcachas y los peludos. Los vendía ya carneados y crudos, en escabeches exquisitos o simplemente sancochados. Como hay gente medio delicadita para comer peludo, a veces se esmeraba y les hacía llegar alguna mulita. Pero esto era cosa excepcional, porque decía que matar mulitas ¡Le daba lástima!
Y todas estas cosas se perdieron cuando Natalio se fue del pueblo. Hace poco supimos que anda por su Chaco natal, tal vez enredado en cacerías de otras especies, pero seguramente siempre recorriendo los campos como a él le gustaba. A nosotros nos quedó el recurso de meternos cada tanto a huevear en las lagunas. Pero ya no es lo mismo.


martes, 16 de octubre de 2012

Un resbalón


Una de las cosas que se aprende andando en el campo es a lidiar con el barro. Las lluvias dejan los potreros inundados, los arroyos crecidos y los caminos casi intransitables. Digo casi, porque cuando hay una urgencia en el campo el veterinario rural debe enfrentar los huellones valientemente. Ya les he contado lo que es manejar un vehículo en el barro cuando es imperioso llegar.
Pero también se complica el caminar cuando el suelo esta resbaloso.
Benicio Sosa es un hombre serio. Es raro oírlo reír. Será que nació amargo. Además es tremendamente grande y pesado, así que cuando aparece en la manga, con su paso grave y su gesto adusto, queda muy poquito lugar para la joda.
En estos días de inseminaciones a tiempo fijo y lluvias agregadas, nos han tocado varios trabajos con las peores condiciones climáticas. Uno de esos fue la semana pasada en “El Porvenir”, la estancia donde trabaja de mayordomo Don Benicio. Tocaba inseminar el miércoles y el agua se largo el martes a la noche. A duras penas llegamos al campo con todos los elementos y el termo de nitrógeno. Empezamos la tarea mientras una garúa persistente nos iba calando despacito hasta los huesos. Benicio estaba más hosco que de costumbre, tal vez por la lluvia, y los dos muchachones que ayudaban, se movían en silencio, deslizando apenas algún comentario jocoso, cortado por la mirada de acero del encargado.
Pero siempre pasa algo. De pronto una vaquillona saltó la tranca de adelante y Benicio, con enorme agilidad, se tiró sobre el palo del cepo que había quedado abierto, para impedirle la escapada, con tanta mala suerte que pegó tremendo resbalón en el barro, se dio con el palo en el pecho y castigo de espaldas en el charquito que había debajo del cepo, perdiendo el honor y el hermoso sombrero negro, en tan desafortunado accidente. Hubo un momento de silencio interminable. Nadie se animaba a decir nada por respeto, hasta que Julián no aguanto más y cagándose de risa le grito:
-¡Que lo tiró Don Benicio! ¡Me parece un sueño que se le haya escapado la vaquillona! Usté que es tan seguro para el cepo!-
Benicio se dio vuelta hacia el pibe y todos temimos lo peor, pero el hombre grandote y embarrado se rió con ganas, tal vez por primera vez en mucho tiempo. 

sábado, 6 de octubre de 2012

Volvió Román


Hacía un tiempo largo que Román no me hablaba. Tuvo unos meses de emplume que me lo dejaron medio mudito, pero por suerte se dio de nuevo el milagro. Esta mañana levanté la persiana de la cocina en la veterinaria, y empezó con su lindo y armonioso canto. Me acerqué contento a la jaula y lo felicité. El pecho se le hinchaba con aire y orgullo, y levantaba el piquito al cielo largando sus estrofas. Después de un rato me dijo:
-¿Qué tal? ¿Cómo me ves? ¡De nuevo con la música!-
-¡Bárbaro Román! Qué bueno escucharte otra vez ¿Y cómo van tus ideas? ¿Siempre amasando pensamientos debajo de las plumas de la cabeza?
-¡Mas vale! Tengo ideas atravesadas desde hace rato y no te las podía contar. Tu radio y las charlas de los que vienen a la vete me están enloqueciendo. Por suerte a veces me acuerdo que soy canario y que no tengo nada que ver con las cosas de la gente, y me calmo. Por ejemplo. Algo que me da mucha tristeza es ver a tus paisanos tan divididos por la maldita política, me caliento cuando hay vivos que se meten en las escuelas a “enseñar” a los chicos lo buenos que son algunos tipos y lo malos que son los que piensan distinto, me subleva la cantidad de mentiras que dicen los funcionarios ¡Como si no supiera yo lo que aumentó el alpiste que me das de comer y la fruta que me ponen a veces en la jaulita! Me da bronca no poder escuchar cosas coherentes para explicar ninguna de las macanas que se mandan, y que digan que todo es culpa de los golpistas y destituyentes. Me recaliento cuando tratan a la gente como estúpida y creen que dos o tres diarios pueden hacerla pensar lo que se les antoja. Y así hay mil cosas que no me dejan estar bien ¡Es fulera la mano! ¿No?
Yo lo miraba sin contestar, todavía sorprendido con tanta cosa fermentada en un cerebro tan chiquito.
-¿Qué?- Me dijo desafiante -¿O vos no ves todas estas cosas?-
-¡Si Román! Lo que pasa es que trato de tomármelo con calma, sino andaría loco todo el día-
-¡Vos tomálo como quieras! Pero yo no puedo con el genio. Suerte que no nací ser humano ¡Sino me iban a tener que escuchar!-
-¡Mejor seguí cantando Román!-

-¡Sí! ¡Mejor!- Contestó. Y volvió a llenar su pechito de viento y a largar sus trinos dejándome un poco más preocupado.  

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...