miércoles, 26 de febrero de 2014

Tenía que inseminarla


Quedó última en el toril de la manga y me espiaba entre las tablas. Petiso Maidana fue corriendo hasta el fondo para hacerla entrar, agarrarla en el cepo, y así terminar el trabajo de inseminación en el lote de vacas negras.
Pero noté que ella me quería decir algo, así que le hice una seña a Petiso de que esperara y me arrimé hasta la muchacha que me miraba con sus ojos grandotes y mansos.
-¡Spinelli! ¡Tengo miedo! Por eso estuve dando vueltas tratando de escaparme pero no puedo. Es que nunca me inseminaron. Siempre anduve con lindos toros, pero eso de que usté me fabrique el ternero no me gusta nada ¡Es medio impresionante!-
Tuve que contenerme para no largar la risa y le dije: -¡No seas pavota negra! Vas a ver que es un ratito y ya está. Además, te comento que estamos usando semen del Zorzal, un torazo que fue Gran Campeón en Palermo-
-¿En serio? ¿Así que voy a tener un hijo con semejante padre? ¿Y es lindo?-
-¡Que te parece! Es un toro de película, que ya debe tener más de 5000 hijos. Se ha usado para inseminar en la mayoría de los rodeos del país-
Nosotros hablábamos en voz baja, mientras el resto de la gente empezaba a impacientarse por la espera.
-¡Bueno Negrita! ¿Por qué no vas pasando así terminamos y salen todas para el campo? Seguro que ya están con hambre-
-¡La verdad que si dotor! Nos encerraron esta mañana y no hemos probado un bocado desde temprano-
Se dio vuelta, enderezó mansita hacia la manga y mientras la inseminaba me hizo un guiño cómplice. Al salir se dio vuelta y se despidió amablemente.
-¡Chau dotor! Nos vemos el día de la ecografía. Ojala haya quedado preñada-

-¡Chau negrita! ¡Nos vemos!- Le conteste. Petiso Maidana me miraba con cara rara, pero no dijo nada ¡Sabrá Dios en qué pensaría mientras me veía hablar con su vaca!

sábado, 22 de febrero de 2014

Volvió a hablar

Parece mentira. Hace unos cuantos meses que Román no me hablaba, pero ayer, abrió las alas mientras le llenaba el comedero de mezcla, y largó una especie de bufido. La verdad es que me asustó porque no me lo esperaba.
-¡Que lo tiró!- Le dije –Pensé que ya te habías quedado mudo por la edad-
-¡No me hagas reír que se me estira el pico y se me desordenan las plumas!- Contestó rápido y bromista como siempre –Lo que pasa es que mientras emplumo, no se porqué, me cuesta hablar-
-¡Mirá vos! ¡Con razón! Así que en tantos meses habrás juntado un montón de ideas en tu cabecita loca-
-¡Ufff! ¡Me hierve la cabeza! Pero lo primero que tengo que decirte es que esta primavera no pasa sin que me traigan compañía ¡No se si me explico! Se me va la vida y todavía no dejé descendencia-
-¡Tenés razón! Hace rato que tengo anotado, para cuando vaya a Tandil, traer algunos canarios del criadero y una hembrita para que puedas… Ejem… conversar-
-¡Bueno! Tema solucionado- Dijo contento –Pero yendo a la actualidad, estaba pensando en las noticias que escucho en la radio desde hace como tres meses, y estoy convencido que ustedes los argentinos no tienen arreglo-
-¡Pare! ¡Pare compañero! Lo interrumpí –No meta a todos en la misma bolsa ¿Eh? En Argentina hay de todo-
-¡Habrá!- Dijo Román –Pero entonces ¿Por qué son uno de los pocos países del mundo con semejante inflación, compartiendo el podio con los que te dije? ¿Por qué los funcionarios públicos salen día tras día a decir que el cielo es verde, cuando todos los que no usan anteojos ven que es azul? ¿Por qué habiendo pasado un montón de años de extraordinario valor para las cosas que exportan, no se ven las grandes obras de infraestructura que hacen falta, como rutas, ferrocarriles, puertos y tanto más? ¿Por qué ayer la presidenta defendió de manera tan cerrada a un régimen que de democrático solo tiene el nombre, y ha hecho, y sigue haciendo, las barbaridades que todos conocemos? ¿Por qué…-
 -¡Pará Román! ¡No sigas! Veo que estás de vuelta…



jueves, 20 de febrero de 2014

Dijo el viejo

Se sentó en un banquito bajo, hecho con caderas de vaca, unidas con un cuero de toro negro. Se lo veía viejo y cansado. Las manos gruesas, grandotas, con la piel brillosa y curtida. Los ojos chiquitos. Medio blancos. Con los pelos y la barba ralos y entrecanos. Las puntas de sus botas rotosas casi juntas sobre el piso de tierra. Hablaba acariciando suavecito el mate galleta muy gastado.
-¡Y si! ¡Fue una historia triste! Creo que se conocieron allá por el año 42. Él venía de lejos. Un tipo muy viajado. Era alto, pintón, orgulloso. Medio engreído. Y ella, pobrecita, recién salida del cascarón, apenas había conocido los campos de la zona. En cuanto lo vio, le pareció que se desmayaba de amor.
            Creo que a él también le gusto de entrada, porque desde el primer día le revoloteó, haciéndose ver, hasta que se la ganó.
            Hacían linda pareja. Yo los veía seguido porque en ese tiempo trabajaba en la Estancia Los Cerrillos, donde ella se había criado, y me hice medio amigo. En los meses que siguieron, el cariño largó frutos porque tuvieron dos lindos mellizos. Daba gusto verlos. En cualquier momento del día se encontraban y cruzaban algún picotazo.
            Pero se ve que el tipo no era de quedarse quieto, y antes de la entrada del primer invierno la convido a volar para sus pagos, así que juntaron sus poquitas cosas y se fueron sin despedirse, con sus dos crías todavía chiquitas.
            Resulta que en el campo vecino vivían los chicos de Barragán. Muchachitos indomables y herejes con cuanto bicho se les cruzara. En cuanto mis amigos, los cuervos, cruzaron volando por sobre el monte, les tiraron con sus rifles de aire comprimido. Bajaron al macho y a uno de los pichones, y a la hembrita le rompieron un ala para siempre.
¡Una lástima!- Terminó el viejo. Dio un sorbo largo al mate y se quedó mirando el fuego calladito. Yo no dije nada.  


martes, 11 de febrero de 2014

Un domingo distinto

Fue una linda mañana de febrero en la Estancia Médano Blanco. Ese campo, pegado al mar, cerca de la ciudad de Necochea, tiene en las profundidades de su suelo, unas muy buenas aguas termales. Es así que la gente que compró esas tierras hace algunos años, las ha transformado en un buen lugar turístico con piletas de agua termal, que, si es por lo que indican los carteles, curan hasta la peste bubónica.
Este domingo pasado organizaron una carrera de aventuras llamada “Desafío al Médano Blanco”. Y fuimos a correr mi hijo Juan con un amigo, la prueba combinada de pedestrismo, bici y remo; y yo, los 10 km de pedestrismo. Armaron un circuito muy lindo con subidas y bajadas por médanos con arena bien caliente, y algunos tramos cruzando plantaciones costeras de pino.
Se juntó mucha gente. Los más de 200 corredores con sus familias y amigos, y otro montón con ganas solamente de meterse en las aguas termales.
Yo no estaba demasiado entrenado. Corrí durante enero lo más que pude, con la ventaja de hacerlo en un circuito de sierras con muchas lomas, lo que me acostumbró a las cargas. Pero nada más. Así que traté de no moverme mucho hasta el momento de la largada.
A las 10 de la mañana salimos en una “previa” de 2,5 km hasta la largada real, trotando a buen ritmo hasta una tranquera en medio del campo. Allí paramos un rato mientras uno de la organización explicaba los distintos recorridos, y por fin salimos a los piques, por un camino estrecho rodeado de cardos, buscando los médanos. El primero que encontramos era el mas alto. Desde la punta, donde habían colocado una banderita indicadora, se veía toda la costa y el mar. A partir de allí era subir y bajar tratando de mantener algo de ritmo, hasta que volvimos a desembocar en la famosa tranquera y de ahí, los últimos kilómetros hasta la llegada. Yo venía con poco resto y me encontré con uno que estaba peor que yo. Lo invité a recorrer la última parte en yunta y así llegamos hasta el arco final.

La verdad es que llegar es algo muy gratificante. En cualquier posición. Terminar estas carreras nos llena de energía y bienestar y lo recomiendo vivamente. Sea hombre o mujer, sin importar la edad. Esto se puede hacer a los 11 años, como el más benjamín del domingo, que terminó el recorrido fresco como una lechuga, o en la edad de jubilarse. No importa. Muchos recordarán al célebre Bedoya de Tandil, que con más de 80 años, corría este tipo de carreras calzado con unas finas alpargatas negras. 
  
 Con Juan antes de largar

 A punto de llegar con un rezagado a cuestas

Muy contento al final

sábado, 8 de febrero de 2014

El galán

A Juan Galíndez ya no se le ocurría como hacer, para llamar la atención de la gauchita Palmira Gómez. El muchacho trabaja de mensual en el campo de Arguello y conoció a Palmira en la tertulia del Club Atlético, un sábado de julio.
Esa noche hacía un frío tremendo y ya estaba helando cuando empezó el baile. Como a las dos de la mañana, Juan salió a la calle a fumar con algunos amigos y allí estaban sentadas, en el paredón del club, Palmira con sus dos primas. El frío fue el motivo del comienzo de la charla de los jóvenes, y pronto estaban a las risas, producto de los nervios, la ansiedad del encuentro y alguna cerveza de mas.
A Juan se le prendieron en el alma los ojos de Palmira. Quedó como atontado. Tanto, que en la semana siguiente se accidentó con el tractor, por ir con la cabeza en cualquier cosa, menos en el trabajo. Cuando se recuperó comenzó a cortejarla. Cada fin de semana se iba al pueblo a caballo y pasaba por la casa de la bonita. Pero no había respuesta. Se compró ropas buenas. Se peinaba con gel, haciendo que los pelos lucieran brillosos por debajo del chambergo. La muchacha parecía no registrarlo.
Hasta que un amigo le dio la idea de hacerle la pasada por la casa… ¡Pero en moto!
Juan ahorró con mucho trabajo unos pesos, y con algo más que le prestó el patrón, se compró una Gilera roja. Usada pero impecable. Empezó a tomarle la mano en las calles de tierra, y en unos 15 días ya se sintió bastante seguro en su nueva máquina. Además, su amigo, veterano de las dos ruedas, le enseño la forma de hacer Willy, es decir, levantarla en una rueda. Y Juan, ávido por aprender, pronto logró hacerlo sin mucho esfuerzo.
La primera pasada por lo de Palmira en la moto, la hizo un sábado de diciembre. La bella y algunas amigas estaban charlando en la vereda. De pronto, en la punta de la calle, apareció el galán. El tipo, al ver a su amada y darse cuenta de que todas las muchachas lo estaban mirando, se emocionó, y para mayor efecto, hizo una Willy tremenda, a buena velocidad.
Pasó frente a las asombradas espectadoras con cara de ganador, pero a los veinte metros se le cruzo el auto de Magallán y se lo chocó redondamente, volando como un pajarito contra el cordón de la vereda de Palmira.

Lo que más bronca le dio no fue el accidente, sino que se juntó un montón de gente a ver lo que había pasado y Palmira, que llegó corriendo despavorida, se arrodillo junto a él y le dijo: -¡Sonso! ¡Me gustabas más cuando pasabas a caballo!-   

jueves, 6 de febrero de 2014

El loco Manolo

En todos los pueblos hay algún personaje que por sus dichos o sus hechos, repetidos porfiadamente, se gana el apodo de “loco”.
Acá lo tenemos al loco Manolo.
Es jubilado ahora, pero se pasó la vida trabajando de empleado municipal. A veces arreglando caminos con la motoniveladora, otras manejando el camión recolector de basura, y tantas otras, en mil tareas menores que el delegado municipal dispusiera.
Siempre alegre. Con la cabeza llena de chistes y cuentos que hilvanaba en cualquier lugar, alegrando a la gente que lo encontraba en el almacén o en la cola del banco.
Pero a veces se pasaba de vueltas.
Una de sus hazañas preferidas era meterse en la alcantarilla de las vías del tren cuando el bólido se aproximaba y sacar medio cuerpo entre los durmientes como toreando a la máquina. Los conductores se desesperaban tocando bocina y haciendo señas con las manos hasta que en el último instante el loco Manolo se agachaba y desaparecía abajo del convoy ganándose las maldiciones de los maquinistas. De esta maña se curó cuando uno de ellos se armó de un balde con agua caliente y en el momento que el loco se mandó su número, metiéndose entre los durmientes, le regó todo el lomo con el líquido elemento. Tardó casi un mes para curarse de las quemaduras.
Pero la máxima casi no llegó a contarla. Tenía un amigo que trabajaba de cajero en el Banco Nación en Tandil, así que el loco, queriendo hacerle una broma, agarró un caño de escape de motocicleta, medio finito y cromado, lo envolvió en un sobretodo, de manera que solo asomaba la punta de dicho caño, se acercó a la línea de cajas, se caló una gorra hasta las orejas y apuntando con “el arma”, pego el grito: -¡Quietos todos! Esto es un asalto-
El resto pasó en un instante. Mucha gente se tiró al piso asustadísima, su amigo lo miró, y reconociéndolo, no tuvo ni tiempo de decir nada y el policía inexperto, que estaba entredormido en el garito, se abatató, saco la reglamentaria, y disparó sin pensarlo, metiéndole tremendo tiro en el hombro al loco.
Se salvó de milagro, y por si esto fuera poco, le dieron dos años de prisión en suspenso.

  

miércoles, 5 de febrero de 2014

Humanos buenos y malos

¡Claro! Son cosas que se me ocurren. Ejemplos extremos. Pero me parece mas antinatural condenar a un perro o a un gato a vivir en un departamento en una gran ciudad, que hacer participar a un potro en una jineteada.
Obviamente alguno pensará que a esa mascota se la está llenando de amor, mientras que al potro se lo azota con el rebenque y se lo espolea en los 10 o 15 segundos que dura la jineteada.
Si fuera tan notable nuestro estilo de vida, los bichos salvajes tratarían en masa de invadir las humanas viviendas para disfrutar de nuestras comodidades y cariño. Pero hasta ahora eso no se ha visto. Es más. Mientras pueden huyen despavoridos de nosotros.
Solo nos acompañan los que hemos “domesticado” y que no tienen mas remedio que compartir nuestro camino. Perros, gatos, caballos, vacas, ovejas,  pájaros y otro montón de criaturas, a los que, en ningún caso, les damos una vida mejor que la que la naturaleza podría darle. Ni a los caballos de jineteada ni a los perros y gatos de departamento.

Por lo tanto, no me gustan los tipos que se creen con derecho a estorbar en una fiesta gaucha como la de Jesús María, así como no vería con buenos ojos que se multara a las personas que desnaturalizan un pobre animalito, condenándolo a permanecer en un confortable departamento las veinticuatro horas del día.

El hombre y el teléfono

  Cualquier empleado de campo, por más rústico que aparezca, anda con su teléfono celular en el bolsillo. La mayoría de los menores de 30 añ...